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miércoles, 2 de abril de 2008

De cómo me convertí en fantasma.


Todo fue porque yo no abrí el paraguas, de eso estoy segura
y lo estoy porque no llevaba.
Y me calaron tanto las risas, la bohemia de la aurora,
la rodilla flexionada al comienzo de la danza en mitad de la alameda,
el esguince en la palabra, - cóctel de abecedarios avistando el horizonte –
que dejé tan empapada, tan húmeda esta boca mía
que me hice transparente, como el agua, como llaga, como nada.
Y me convertí en fantasma.
Mejor, así me paseo sin tropiezos, podré ceder las paredes,
ser hielo, jade y si me apuran, montar en una avioneta sin pasaje,
sin billete que me obligue a horas de ida y vuelta.

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